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lunes, 7 de septiembre de 2009

Pánico en las calles - La guerra de los mundos


INTRODUCCIÓN

La guerra de los mundos fue un episodio de drama radial o radiado (esto es, una emisión radial realizada con voces, música y efectos de sonidos especiales) incluida dentro de una serie del “Teatro Mercury en el aire”. Dicho radioteatro fue emitido el 30 de octubre de 1938, es decir, la víspera de Halloween, emitida por la cadena de emisoras de radio Columbia Broadcasting System (CBS). Dirigida y narrada por Orson Welles, el radioteatro fue una adaptación libre de la novela de H. G. Welles, La guerra de los mundos.

Los primeros dos tercios de los 60 minutos de emisión fue presentado como una serie de simulados boletines de noticias, lo que sugirió para muchos oyentes de que realmente una invasión marciana se estaba realizando. Para agravar el problema, está el hecho de que el Teatro Mercurio en el Aire fue un sustaining show, esto es , sin publicidad ni espónsores publicitarios, lo que añadió un efecto dramático mayor. Aunque hubo muchos cálculos en la prensa acerca del supuesto pánico provocado por la emisión radial, el número exacto de radioyentes afectados fue un asunto muy debatido. En los días siguientes a la emisión, hubo una indignación generalizada. El formato del programa en forma de boletín de noticias fue denostado por algunos periódicos y personalidades públicas, dando lugar a una protesta contra los responsables de la emisión, pero el episodio lanzó a Orson Wells a la fama.

La adaptación de La guerra de los mundos fue la última de las adaptaciones realizadas realizadas y emitidas por Orson Wells y su equipo.

Como el radio teatro fue emitido en la víspera de Halloween, cuando los niños van de casa en casa pidiendo golosinas o pequeñas cantidades de dinero con la pregunta “Trick or Treat?”, “¿Broma o Regalito?”, esta emisión radial es considerada, por algunos, como la broma de Halloween más grande jamás realizada. También es considerada como el engaño o timo (hoax en inglés) más grande del mundo.

Un pequeño monumento fue erigido en octubre de 1998 en el lugar donde los marcianos “aterrizaron” en Van Nest Park, Grover's Mill. Desde entonces este lugar es conocido como el “Ground Zero”, o “Zona Cero” de la invasión marciana.




PREVIO A LA EMISIÓN

Cuando me siento a escribir este artículo, la televisión muestra una columna de tanques corriendo a través del desierto de Iraq en dirección a Bagdad. Es marzo de 2003 y hace apenas unos días nos metimos en la Segunda Guerra del Golfo, pero como ningún otro conflicto anterior, esta se ha convertido en una guerra de información, tanto como de balas y bombas. La transmisión es en vivo y en directo, transmitida al confort de mi hogar vía satélite, y si quisiera, podría cambiar a una docena de otros canales, o conectar a Internet para buscar perspectivas nuevas. En este mundo de alta tecnología y canales de noticias que cubren las 24 horas del día, nosotros tomamos como regalada la velocidad y la inmediatez de la información, al tiempo que mantenemos un buen engrasado sentido del escepticismo. Lo hemos oído y escuchado todo y la revolución ha sido televisada tantas veces que no pensamos más en ello como una experiencia nueva o aterradora. Este es el mundo en que vivimos ahora, pero no siempre fue así.

Más de 70 años atrás la televisión estaba apenas en un estadio experimental y en los EEUU, la radio era el rey indiscutible de las ondas. Tres de cada cuatro familias ya disponían de una (ocho millones fueron vendidas sólo en 1936), pero como muchos estaban por descubrir brutalmente, muchos norteamericanos no estaban totalmente sintonizados con el poder de este nuevo y excitante medio de comunicación. El despertar vino en la noche de Halloween de octubre de 1938 cuando un cineasta joven y brillante con el nombre de Orson Welles aprovechó el temor subconsciente de una nación y convenció a miles de personas (tal vez muchos más) que los marcianos estaban invadiendo los EEUU.

Increíblemente, la causa de estos disturbios fue una dramática presentación de La guerra de los mundos, una fecunda novela escrita 40 años antes por H. G. Wells. ¿Como y por qué esto pasó? Hay un número de razones, pero la primera y la más importante es cuan reciente era la radio todavía en 1938. Las grandes cadenas de radio como la CBS y la NBC sólo tenían una década de edad y participaron en un frenesí de experimentación, llenando las ondas con una gran cantidad de material original como comedias, dramas, culebrones radiofónicos y una clase nueva de periodismo que abrió el público estadounidense a una nueva conciencia de un mundo conflictivo y político.

Los estadounidenses eran ahora capaces de conectar con los sucesos del mundo y escuchar a sus creadores de opinión y de leyes. Un pionero notable en este sentido fue Franklin D. Roosvelt, cuyas “charlas” (que comenzaron en 1933) llevó la voz del gobierno y de la autoridad al hogar como nunca antes sucedió. Algunas noticias importantes conmocionaron a la nación. Los boletines informativos a la caza del bebé secuestrado de Charles Lindbergh mantuvo a los oyentes en una agonía de suspense durante varios meses en 1932, y en 1936, el corresponsal de guerra estadounidense Hans Von Kaltenborn se convirtió en 1936 en el primer periodista en transmitir en vivo desde una zona de guerra cuando acercó los sonidos reales de una batalla de la guerra civil española a los hogares. Igualmente de dramático fue el fatal accidente del dirigible Hinderburg, registrado el 6 de marzo de 1937 por Herbert Morrison, de la estación de radio WLS de Chicago, un suceso que redujo al impotente reportero en un montón de lágrimas de frustración y horror. El episodio que sin duda más impactó a los estadounidenses fue el pacto de Munich del 12 al 30 de septiembre de 1938 (un pacto celebrado en Munich en el que se reunieron Hitler, Mussolini, Dadalier y Chamberlain y accedieron a que Alemania se anexionase los Sudetes de Checoslovaquia, una zona de habla alemana) se vendieron más radios a los ansiosos estadounidenses que en cualquier período previo de tres semanas, al tiempo que Hitler reunió sus ejércitos y el mundo se deslizó inexorablemente hacia la guerra.

En esa atmósfera de tensión, Orson Welles y su staff estaban preparando la última presentación del Teatro Mercury, un show que previamente había dramatizado novelas como El conde de Monte Cristo y Drácula. A la vista de lo anterior, La guerra de los mundos no debería haber tenido mayor efecto que las emisiones anteriores, es decir, ninguna en absoluto. Pero Welles y su coguionista Howard Koch estaban planeando algo especial para esa noche en particular, y aunque este asunto fue objeto de un particular debate considerablemente prolongado, si ellos realmente tenían la intención de crear el subsiguiente pánico, fue sin duda la cuestión central de la polémica durante años.




LA EMISIÓN

En lugar de estar establecida en la Inglaterra victoriana tal como fue escrita por H. G. Wells, la acción fue trasplantada inesperadamente a los EEUU de la época, pero mucho más importante, Welles y Koch redactaron la historia como una serie de flashes informativos que se introdujeron sin previo aviso en lo que parecía un programa perfectamente rutinario. Este radical punto de partida de formatos dramáticos probó tener un efecto devastador y combinado con numerosos nombres de lugares reales, calles, avenidas, carreteras y poblaciones, contribuyó de modo significativo a la profundización del pánico. Otro factor que contribuyó al pánico fue que más del 50% de la gente sintonizó un poco tarde la emisión. Ello fue debido a que mucha gente sintonizaron un programa rival, que estaba retransmitiendo el popular show de Charly McCarthy: Chase and Sanborn Hour. Para agravar el pánico, la mayoría de la gente que entró en pánico no siguió la emisión, y por lo tanto, no escucharon el aviso que se dio en el minuto 40:30. La narración siguió en tercera persona, pero demasiado tarde: la alarma ya circulaba por el país desde 15 minutos antes.

Pasados 10 minutos del inicio del show de Charly McCarthy, se inició la actuación de un cantante, y ese fue el punto en el que una gran cantidad de oyentes se pusieron a jugar con el dial de sus receptores mientras esperaban a que la estrella del show volviera. Sintonizando el Mercury Theater unos minutos tarde y habiéndose perdido la sonora introducción de Orson Wells, y se encontraron escuchando los inocentes sonidos de Ramón Raquello y su orquesta, solo para que la música fuese interrumpida por el primero de una serie de cada vez más alarmantes noticiarios.

Al principio vinieron los informes de explosiones de gas incandescente observadas en el planeta Marte, después, tras un breve interludio de música, una conexión con el observatorio de Princeton, con una breve entrevista con el profesor y famoso astrónomo (de ficción) Richard Pierson. Pierson, interpretado por Welles, aseguraba a los oyentes que no había nada de que alarmarse, que no hay vida en Marte, pero al mismo tiempo llegó la noticia del impacto de un meteoro. Es en este punto en que un lugar sin pretensiones llamado Molino de Grover (Grover's Mill) entró en la narración. Más exactamente, los marcianos aterrizaron en la granja de Willmuth. Todavía hoy Grover's Mill es una pequeña aldea somnolienta, pero esa noche iba a convertirse en el centro del universo para un número considerable de personas. El destino quiso que Edward Koch escogiera el Grover's Mill como cabeza de playa de la invasión marciana por el método de pinchar un lápiz en un mapa comprado en una estación de servicio de carretera.

Se narra que un meteoro cilíndrico se estrella contra la tierra. Los hechos son narrados por el periodista “Carl Phillips” (interpretado por Frank Readick). Una multitud se agolpa en torno al cráter. El meteorito se abre desenroscándose, y aparecen unos tentáculos, y una máquina lanzadora de cohetes, que el marciano usó para abrasar a la multitud que le rodeaba con sus rayos caloríficos. Carl grita desesperadamente hasta que los rayos le cortan en mitad de una frase. Las encuestas posteriores indicaron que en este punto muchos radioyentes escucharon sólo esta parte de la emisión antes de ponerse en contacto con sus vecinos y amigos. Todo esto aumentó los errores y la confusión, ya que no escucharon el anuncio del minuto 40.

Luego traza el avance de los marcianos hacia la ciudad de Nueva York, aniquilando a los defensores de los EEUU mediante rayos calóricos y gases venenosos, y la destrucción de decenas de nombres de lugares conocidos en el camino. Un tembloroso Pierson especula en antena sobre la posible tecnología marciana. La Guardia Nacional de New Jersey declara la ley marcial y ataca a la nave marciana. Un anuncio de un gobierno de emergencia parecía dar crédito a la historia, y los oyentes se amontonaban alrededor de sus radios y ciudadanos presas del pánico empezaron a bombardear las comisarías de policías locales con llamadas telefónicas.

En la emisión radial se intercalan boletines de daños con instrucciones de evacuación, mientras que miles de norteamericanos invaden las carreteras y autopistas camino de no se sabe donde. Se informa que tres trípodes marcianos destruyen centrales eléctricas, puentes y vías férreas. Un Secretario del Interior sin identificar aconseja a la nación por la radio. Welles pretendió que ese Secretario del Interior fuese el entonces Presidente Franklin D. Roosvelt, interpretado por el actor Kenny Delmar bajo la dirección actoral del Welles. La voz de Delmar sonaba sospechosamente como la del Presidente, voz que era conocida por los oyentes por sus charlas radiales.

Una conexión en vivo es establecida con un cuartel de artillería ligera. Se informa de que con sus cañones han logrado dañar a una de las naves marcianas, pero tras el sonido de una explosión y los sonidos de toses incontrolables, la emisión se corta. Se informa que una cuadrilla de bombarderos ha desaparecido después de que sus motores son incinerados por los rayos caloríficos. Otros aviones logran destruir una máquina marciana, pero se informa de que más cilindros están cayendo por todo el país.

Un nuevo periodista (papel representado por Ray Collins) transmite desde la azotea del edificio de la CBS, y describe la invasión marciana de la ciudad de Nueva York con expresiones como “5 grandes máquinas” vadean el río Hudson, el humo tóxico va a la deriva por la ciudad, la gente corre a zambullirse en el East River “como ratas”, otros “caían como moscas” hasta que también sucumben a los gases tóxicos. Por último, un desesperado radioaficionado escuchan como le llaman, “2X2L llamando CQ... ¿no hay nadie en el aire?... ¿no hay nadie?”

Después de un intermedio de identificación de la estación de radio en el que el locutor Dan Seymour menciona el carácter de ficción de la serie, el último tercio es un monólogo y un diálogo, con Welles como Profesor Pierson, que describe las secuelas de los ataques. El teatro radiado termina como la novela: con los antipáticos marcianos víctimas de los gérmenes , virus y bacterias terrestres.

¿Fue hecho a propósito? La poco atractiva respuesta probablemente es, no. Con los años, Welles dio versiones contradictorias de los hechos, e incluso trató de reclamar para sí el mérito de la planificación de los hechos, pero como los noticieros cinematográficos de la época muestran claramente, Welles estuvo bastante agitado por los hechos. También dijo en alguna entrevista que “el setenta y cinco por ciento de lo que se dijo en las entrevistas es falso”, por lo que nunca sabremos la verdad. Esto, ciertamente, no disminuye nada la importancia de la emisión y claramente se presenta como un testimonio de su talento como showman y la habilidad y la dedicación de su elenco y su equipo.

Por lo tanto, consigue una copia de la emisión, baja las luces, reúne a tus seres queridos a tu alrededor y prepárense para ser transportados de vuelta a octubre del 38, no a una época más simple, porque la vida era tan compleja e incierta como lo es hoy en día, sino a un momento en que la gente estaba dispuesta a creer que lo que escuchaba de una fuente de confianza era toda la verdad y nada más que la verdad.

Interrumpimos este programa para llevar...”




EFECTOS DE LA EMISIÓN

Después de la emisión, Welles rompe el carácter informal para recordar a los oyentes que la emisión de La guerra de los mundos fue una emisión especial por el día de Halloween, el equivalente a vestirse con una sábana y decir “Booo” como un fantasma. La mitología popular sostiene que esa advertencia fue un añadido a la emisión impuesta por los ejecutivos de la CBS, ya que se dieron cuenta del pánico generado por el programa.

Se podría escribir un libro si alguien hurgara en los archivos de periódicos locales, de emisoras, de revistas por todo lo ancho y largo de los EEUU.

¿Y que pasaba durante la emisión en Grover's Mill? Se cuentan algunas grandes historias sobre la defensa de la ciudad, sobre todo que los residentes informaron de que abrieron fuego contra una torre de agua, pensando que era un Trípode (una nave marciana), pero extrañamente, los habitantes del epicentro de toda la acción parece que durmieron durante toda la noche sin ser molestados. Al igual que el ojo proverbial de la tienda, la aldea fue, según parece, felizmente ignorante de la importancia fundamental que tenía en la historia, tal como descubrió por la tarde Judson Sheldon. Él, que estaba en camino de convertirse en profesor emérito en Geología en la Universidad de Princeton, en aquel momento era un simple estudiante miembro del Club de Prensa de la Universidad. Alertado de la posible caída de un meteoro por el Philadelphia Inquirer, prestó su ayuda a Arthur Buddington, presidente del Departamento de Geología de Pinceton, y junto con otro profesor, partieron para Grover's Mill. Allí la encontraron totalmente ajena a los acontecimientos. Aunque, como atestiguan numerosos testimonios y documentos, se produjo un pánico considerable en el curso de la noche en todo el país, la única alteración que produjeron los hechos narrados en el lugar de aterrizaje de los marcianos es un monumento erigido en la humilde población para conmemorar los hechos narrados.

De Trenton llegó la narración de la Sra. Thomas. “Nos quedamos petrificados. Nos miramos los unos a los otros. Alguien estaba golpeando la puerta principal. Era nuestro vecino de enfrente. Había empaquetado a sus siete hijos en el coche junto al equipaje y estaba continuamente gritando, “vamos, salgamos de aquí”. También un adolescente local de 13 años de edad, Henry Sears, estaba haciendo sus deberes cuando oyó el primer flash de noticias de la invasión. Tomando la radio bajó a la taberna de la planta baja que regentaba su madre, y una docenas de clientes escucharon con creciente temor la emisión, hasta que los hombres se levantaron y anunciaron que iban a conseguir armas para sumarse a la defensa civil de Gorver's Mill.

Hay miles de anécdotas como estas. Pero, ¿a cuantas persona afectó el pánico? Richard J. Hand, quien cita a numerosos historiadores sin dar sus nombres calculó que “alrededor de 6 millones de personas oyeron la emisión de la CBS; 1,7 millones creyeron que los hechos narrados eran ciertos y 1,2 millones estaban verdaderamente asustados. Aunque Wells y la compañía CBS eran escuchados cada noche por un número relativamente pequeño de oyentes (la audiencia estimada de la NBC era en aquella época de 30 millones), el ruido que hicieron fue cualquier cosa menos “inadvertido”. En un mes se habían escrito 12.500 artículos en periódicos y revistas sobre la emisión o sobre su impacto, al tiempo que Adolf Hitler califica la emisión como “evidencia de la decadencia y la condición corrupta de la democracia”.

En esta propagación de la emisión por parte de la prensa escrita intervienen intereses comerciales. Posteriores estudios sugieren que el pánico fue menos difundido de lo que los medios escritos sugirieron. Durante ese período, numerosos periódicos temían que las radios, un nuevo medio de comunicación masivo, les llevara a la bancarrota. Ahora y gracias a la ayuda inesperada de Wells y Welles, los periodistas tenían la oportunidad de “demostrar” que el nuevo medio no era fiable, de los peligros de la emisión radiofónica.

Robert E. Bartholomew sugirió que cientos de miles de personas se asustaron, pero que la mayoría no hicieron otra cosa que llamar a las comisarías de policía. De ahí los informes de las numerosas llamadas a la policía. Pero de ahí a que numerosos ciudadanos agarraran sus bártulos y su familia y se echaran carretera y manta a la aventura, hay un trecho. En los días siguientes, muchos periódicos publicaron informes y estadísticas sobre numerosos ataques al corazón y suicidios, pero estas noticias sólo han servido para formar parte del folklore estadounidense. Y en cuanto al incremento en el número de llamadas, no todos llamaron asustados a las comisarias de policías. Algunos llamaron al programa, bien para denigrarlo, bien para felicitarles por lo realistíco de show, muchos llamaron para donar sangre, muchos para averiguar que unidades de la Guardia Nacional estaban siendo movilizadas para saber si debían integrarse o no, etc. Pero sobre todos, muchos llamaron a sus amigos y familiares para comentar que bueno y real había sido el show radiofónico. No podemos saber cuantas llamadas correspondían a cada caso. Aunque el número de llamadas aumentó un 40% con respecto al tráfico telefónico normal en Nueva Jersey, tampoco este dato podemos considerarlo como un dato fiable de cuanta gente se asustó.

El programa de Welles tenía que competir con shows muy consolidados en la audiencia como el de Chase & Sanborn, conducido por Charly McCarthy, líder en aquella franja horaria. Muchos sugirieron que Welles programó la emisión para que la primera “conexión en directo” desde Grpver's Mill coincidiera con la primera pausa del citado show, a los 12 minutos de iniciada dicha emisión. Fue a partir de ese momento en que el radio teatro planificado por Welles empezó a jugar fuerte. ¿Esta coincidencia fue casualidad o planificada?

-.-

FUENTES

Wikipedia en inglés, War of the Worlds 1 y 2, Grover's Mill en Wikipedia, CSIcop y Wikipedia en español.

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